
No existe nada más venezolano que la arepa, aunque en algunos sitios la llamen tostada. La historia de nuestra arepa inicia cuando los grupos indígenas elaboraban una masa de maíz que extendían en sus budares para asarlas. Durante años ese fue el procedimiento, por lo que era común ver pilones en las casas, que luego se convirtieron en elementos decorativos y para recordar con nostalgia esa actividad, tan dura, que quedó atrás cuando llegó con el maíz precocido.
Sin embargo, la tradición no ha muerto, en los pueblos se siguen preparando la masa de maíz de la forma tradicional, por ejemplo, la arepa raspada es la que se elabora remojando los granos de maíz y cocinándolos con cal y/o cenizas para ablandarlos y molerlos; en cambio la arepa pelada es la que se elabora con un grano al que se le retira la concha golpeándolos con un mazo sobre un soporte alto y hueco de madera y luego se procede a cocinar con cal y/ cenizas.
Por su forma de cocción también hay variedad de arepas. Están las asadas en budare o sartén bien caliente, fritas con un huequito en el centro para que se cocinen mejor, horneadas a las que previamente se les hace concha en un budare o sartén, pero se cocinan en el horno, y las arepas sancochadas, que se elaboran dándole a la arepa la forma tradicional, se envuelven en una tela de algodón y se sumergen en agua hirviendo por unos 5 minutos, luego se sacan y se llevan al horno para secarlas.
También, la masa de la arepa se alíña o saboriza, entonces tenemos arepas cuya masa se han mezclado con chicharrón o ají dulce finamente picado, con anís y papelón, con queso, con plátano maduro, etc. También están aquellas arepas que no tienen relación con el maíz, porque no es un ingrediente fundamental (más que, en algunos casos para dar un poco de consistencia a la masa), pero que por su forma se llaman arepas como la de ocumo o hasta la arepa andina.
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«La Arepa (parte 1)»
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